El anhelo que nos alienta es ser amigables con el Monte, es decir que nuestras acciones no dañen o interfieran con los fenómenos naturales que tanto nos cautivan.
Un ejemplo: el Guanaco (Lama guanicoe) tiene en sus patas una adaptación (almohadillas) que le permiten entrar a las Vegas de altura, beber y comer de ellas, sin dañarlas. A este fenómeno adaptativo se lo conoce como parte de la co-evolución, es decir se trata de organismos que a lo largo de millones de años han coexistido, intercambiando y retroalimentándose con el ambiente de manera que la vida sea posible. Organismos “perciben y comprenden” al ambiente adaptándose a él. De la misma manera la Yareta (Lareta acaulis) ha ocultado su tronco –bajo el follaje de sus ramas y bajo tierra- como estrategia adaptativa a las condiciones medioambientales de la región alto-andina.
Nosotros no hemos co-evolucionado con el Monte, sin embargo mediante nuestro entendimiento y mediante nuestras emociones quizás podamos conectarnos y comprender este entorno natural en el que nos gusta estar. Este es nuestro desafío hoy.
Veamos algunas de las necesidades: